Qué gozo vivir la Vigilia Pascual con la presencia y la
figura. Qué tintineo interior prepararme para ello superando la tristeza del
año pasado, el fatídico 2020, en el cual todos estuvimos prisioneros en casa
sin poder recibir ese Pan que Cristo mismo nos da de manos del sacerdote. Y qué
gratitud hacerlo con mis hermanos del Carmelo.
Qué alegría volver allí donde todo sucede, donde el sepulcro
se vacía porque la muerte ya no tiene sitio. La Resurrección toma el poder.
Y es entonces y sólo entonces cuando mi corazón me susurra:
¿Ves todo lo que sientes y vives aquí en este lugar del
Carmelo?
¡¡Sí!! Lo veo y lo
siento.
Pues intenta imaginar,
más aún intenta crear en tu interior la vivencia de estar en esta celebración
en el Cielo.
Así lo hice y mi corazón tomó la pluma, la inteligencia, y
escribió con la tinta del alma cual era mi visión de esta bendita hermosura de
la Vigilia Pascual celebrada en el Cielo.
Y esto fue lo que vi.
Entrando yo en ese templo de gruesos muros livianos que yo
podía atravesar aún sin abrir la puerta, pude contemplar allí la mesa del altar
abrigado con un mantel que era un haz de luz blanca. Este mantel no se puede
arrugar, ni manchar porque ha sido la misma luz quien ha querido posarse es
esta mesa para formar parte del gran milagro que ocurriría después.
También veo preparada el agua, pero he de decir que no hay acetre ni tampoco hisopo.
El agua de este altar es una cristalina fuente, un río de
Agua Viva que fluyendo allí se eleva en un salto indescriptible hasta la Vida
eterna. El hisopo con el cual sería aspergida el agua de esta cristalina fuente
que parece llevar dibujados los ojos del amado, es un madero totalmente
florecido con toda clase de flores en forma, color y aroma.
Veo también un fuego, la primera parte de la celebración, un
fuego intangible, una llama con un aura tan extensa que ocupa todo el templo,
una llama que no da humo, una llama que te toca y acaricia como si fuera una
mano blanda de Amor, Amor vivo.
Y, allí estoy yo en
presencia y figura y ya está a punto de comenzar todo, mejor escrito, TODO.
Comienza la procesión de entrada.
¿Quiénes son los que están en esa procesión? ¿Los que han
lavado y blanqueado su túnicas en la
sangre del Cordero?.
Oh, siento que mi corazón al ser de carne ya no puede
resistir más flechas que ungidas de tanto amor y alegría hacen explosión en él.
La fiesta la preside una Luz Maravillosa y después de
aprender a mirarla para no dañar mi vista, desplazo la mirada al núcleo de ella
donde está CRISTO MISMO. Mi interior entona ¡Oh dichosa ventura! Poder estar
aquí, poder ser de aquí.
Mi Señor ha querido
ser ayudado por muchos sacerdotes suyos que ya están allí, a su lado.
Veo a su sacerdote que en la tierra se llamó Santiago, a otro
sacerdote que llevaba por nombre José, a
su sacerdote Santos, a su sacerdote Cosme que estando aquí en la tierra hizo
mucho bien y que, ahora desde el cielo, me sigue ayudando también.
Veo a un sacerdote que esparce olor de catequista y que está
adornado con una sonrisa que acerca y cura y que desarma al impío que se acerca
para herir. Éste es su sacerdote Miguel Ángel y ha llegado hace muy poco
tiempo.
Y yo dejé de imaginar para comprender que realmente ya estaba
allí.
Las vestiduras de estos sacerdotes por los que Jesucristo, el
Señor, se dejaba ayudar eran de un blanco resplandeciente, un blanco generoso
porque el color blanco, lo sabemos, todo el haz de luz lo refleja, lo regala y
no se queda con nada para él por eso este color es de una belleza tan divina
como lo es la generosidad.
Mientras la celebración transcurría yo no respiraba un aire
como el que hay aquí en la tierra, mis pulmones se henchían de un no se qué al
que llamaré energía y respirando así y mirando al celebrante todas y cada una
de la células de mi organismo se impregnaban de una luz tan liberadora, tan
curativa, tan preciosa que toda yo dejó de ser y, cual metamorfosis,
comenzó a querer realmente SER.
Y los sacerdotes que ayudaban al Señor contaban, a través de
la Sagrada Escritura, nuestros orígenes terrenos hasta llegar a la ÚNICA
REALIDAD llamada CRISTO.
Pero el sonido de la voz, no era como la voz de la tierra, su
voz no se emitía por ondas en el aire porque allí no existía este aire que
envuelve nuestro planeta. Era como un latido del corazón recogido por el latido
del mío y de todos los allí presentes, de tal forma era este latir, que llegado
el diástole siguiente ya todos estábamos sincronizados y no hacían falta
palabras. Todo vibraba a través de realidades, a través de la esencia primera
que dio lugar a la palabra y que en este mundo terreno ha sido vilmente
traicionada.
El agua fue aspergida
Llegado el momento de la aspersión del agua ocurrió que esa
Fonte que estando allí saltaba cual surtidor hasta la vida eterna formó unas
ondinas cual brazos de partículas muy suaves y pequeñas y llegaron hasta mí y
quedé toda yo envuelta en ella. Y como
el esa agua era vida, en vida quedé yo envuelta.
Llegó el momento de compartir la luz. ¿Quién encenderá mi
vela que ahora es mi vida entera?
El Señor llamó a Cosme y él a se iba acercando. A gran
distancia la Luz de Cristo le hizo brillar por completo y así fue llamando a
los demás … a Santiago…a José… a Santos… y luego llamó a Miguel Ángel que
conservaba allí esa dulce sonrisa que por sí sola cuando estaba aún en la
tierra derribaba y disolvía los muros que existían entre las personas y se
acercaba a muchos para acercarlos a DIOS…
Todos ya habiendo recibido esa luz maravillosa de Cristo
mismo, vinieron a ponerla en mí. Cuando recibí tal manantial de luz en mi
interior se abrió como una especie de pergamino que decía, esta será tu morada.
El ego ha muerto ya. La luz que recibes iluminará el camino oscuro cuando estés
en la tierra para que nadie, por no ver, tropiece y caiga sin poder levantarse.
Muy pocos podrán ver o comprender esta luz como tampoco
pueden escuchar el sonido de las estrellas. No por ello las estrellas hablan y
emiten música que en algún lugar he oído yo hablar de la música de las esferas.
Y así continuó esta celebración que hace latir galaxias
enteras.
Y el Señor nos invitó a su mesa y partió el pan y comimos con
Él en su mesa. Todo allí tenía mil dimensiones y también el pan que habiéndolo
tomado nos concedió ver y sentir el por qué de tantas realidades tan obsoletas
que aprisionan y esclavizan y parece que no se pueda uno librar de ellas en
este planeta al que llamamos tierra.
La celebración en el cielo de esta enorme fiesta, LA VIGILIA
PASCUAL, aún no ha acabado porque allí se ha hecho como aquí en la tierra
durando una semana, una semana completa.
Gracias, mil gracias mi amado Señor por haberme invitado a
esta fiesta y por permitirme compartir contigo y con estos cinco sacerdotes
tuyos ese pan eres Tú y que has puesto en la mesa.
Señor a estos cinco sacerdotes tuyos, les quisimos mucho en
la tierra, muchos somos los que
trabajamos con ellos en la tierra
en esta noble tarea de llevar al mundo entero la PALABRA CON ESENCIA, que es tu
EVANGELIO donde están todas las respuestas.
A este que ha llegado a tu lado hace muy poco tiempo, tu hijo
Miguel Ángel Gil, que exhala perfume de catequesis, el de la sonrisa que acerca
hace no mucho tiempo le dimos una sorpresa. Alguien que estuvo a su lado le
preparó una fiesta y muchos vivimos esa tarde de forma tan intensa que se quedó
en nuestro interior formando parte de nosotros y pase el tiempo que pase
siempre miraremos en nuestro corazón y veremos en él a este hijo tuyo, sí , mi
Señor, a ese hijo tuyo el de la sonrisa que acerca.
Quiero mostrarte Señor, mi granito de arena en esta fiesta
sorpresa. Ya sé que lo sabes todo, pero quiero que el que lo tenga que ver lo
vea.