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sábado, 4 de junio de 2016

La belleza y el poder de los silencios Eucarísticos.




Hace algunas semanas Dios me concedió el regalo de participar de la eucaristía en la capilla donde pasó sus últimos días San Juan de la Cruz. Del celebrante no sé ni su nombre y la verdad poco importa eso ya que una vez en el altar el celebrante deja de ser él dejando así que Cristo mismo actúe, el sacerdote está in persona Christi.

Quizá los laikos nos hemos acostumbrado en la Eucaristía a vivenciar esos silencios en los que el sacerdote habla a Dios. Esas preciosas oraciones insonoras por los silencios. Así es la liturgia.

Precisamente porque así es, agradezco tanto que ese día del que hablo, el sacerdote presidente de la celebración pusiera voz a esos silencios, quizá, Dios mismo quiso compartir todo con todos.

¡Qué belleza de oraciones! Qué sutil y profundo diálogo surgió aquel momento.

….el agua unida al vino sea signo de nuestra participación en la vida divina de quien ha querido compartir nuestra condición humana.

Qué manera tan clara de explicar cómo Dios ha querido relacionarse con el hombre. Comparte lo nuestro para que participemos en lo suyo.

Y así, paso a paso, nos vimos inmersos en un diálogo de Amor  Dios-hombre con tal lujo de detalle irrepetible para mis cortas luces, que la eternidad quedó prisionera en ese cronos eucarístico.

Cómo me gustaría, aunque sólo fuera de vez en cuando, poder fundirme en ese diálogo  de Dios –sacerdote y sentir la eternidad de ese cortísimo espacio temporal que sólo la Eucaristía puede hacer eterno.

Mi primera Comunión. Por ella, GRACIAS SEÑOR.
GRACIAS A MIS PADRES QUE ME ACERCARON A TI, SEÑOR. QUE ESTÉN CONTIGO MI DIOS.
Gracias de todo corazón a Dios que me regaló la vivencia, gracias al sacerdote que quiso ser el medio para este regalo, gracias a la Iglesia que nos viene regalando cosas maravillosas desde hace más de dos mil años y gracias a María la Madre de Dios, que le lleva al Padre mediante su Hijo, los deseos de mi corazón.

Purificación García.

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