En áureo trigal cuyas mieses
el sol iba dorando a sus fuegos
una espiga arrogante crecía
muy cargada de hechizos y ensueños.
Y era esbelta y gallarda y muy alta,
y tan buena, que todo su anhelo
lo cifraba en crecer y adentrarse
de este modo en la gloria del cielo.
Y el Señor que sus sueños sabía,
la miraba benigno y risueño;
y sus firmes promesas le daba
de atraerla por fin a su seno……
Y la espiga soñaba y crecía
y esperando saciar sus anhelos
se pasaba las horas jugando
en el dulce columpio del viento….
Pues Señor: una tarde de estío
presentose en el campo un labriego,
y con hoz despiadada y ceñuda
fue segando el precioso elemento.
Y alarmada, ¡¡a mi no!! Le decía
la inocente espiguita del cuento,
¡¡a mi no!!, porque estoy designada
para alzarme en mi tallo hasta el cielo.
Pero el hombre, tal vez distraído,
derribola de un golpe certero,
destruyendo con él su ventura
y el hermoso ideal de sus sueños.
¡Oh Señor! clamó entonces la espiga,
mira, mira, mi Dios lo que han hecho
ya no puedo llegar a tus brazos,
sálvame, sálvame, que me muero…
Y el Señor, cual si nada escuchase,
respondiole con solo el silencio…..
y el labriego tomando la espiga
bajo el trillo la puso al momento.
Y el caballo arrancóle con brío
y los granos de trigo crujieron…
y cual perla de sarta deshecha
por las eras rodaron deshechos.
¡Oh granitos que el cielo anhelabais!
(un sinfín de amapolas dijeron)
de que sirve haber sido tan puros
¿si a salvaros no viene el Eterno?
Y en su angustia lo pobres clamaban:
Padre Nuestro Que Estás en los Cielos.
En la cárcel oscura del saco
al molino lleváronlos luego,
y los granos dorados y hermosos
en finísimo polvo volvieron.
Y la harina llorando seguía
y al Señor duplicaba sus ruegos,
y allá arriba seguían callando..
y aquí abajo seguían moliendo…
Y ¿por qué el buen Jesús callaría?
y ¿por qué le negaban consuelo?
y ¿porque siendo pura e inocente
le dejaban en tanto tormento?
Pero ved lo que pasó: con la harina.
una HOSTIA bellísima hicieron
y era tibia como brisa de mayo…
y era blanca cual luna de enero….
Su belleza brilló sobre el ARA
y las nubes al verla se abrieron
y Dios mismo y su Gloria bajaron
y en la HOSTIA feliz se FUNDIERON
y así, en tierno coloquio de amores,
a la ESPIGA le dijo EL CORDERO
Yo anhelaba tenerte en Gloria
y estos brazos brindarte por lecho;
pero escucha mi bien, a mis brazos,
solo puede llegarse sufriendo.
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