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lunes, 1 de junio de 2015

Que esperennn....


Reviviendo experiencias propias y ajenas a través de los años para que, si es posible, no se repitan hoy.

Cuándo la espera de unos minutos de cortesía hacia algunos se convierten en descortesía hacia muchos…
También aquí se ve muy abultadamente la falta de amor a la comunidad. Yo pienso que si un acto tiene hora de inicio y se retrasa por cualquier causa incluida los minutos de cortesía ocurre lo siguiente: si el acto se retrasa cinco minutos y los que esperan son cien personas  podemos tener bien claro que el responsable de ese acto ha consumido quinientos minutos que para nada le pertenecen a él.
Ahora trasladamos este hecho a comunidades parroquiales; si la celebración es algo tan genuino y urgente como la Eucaristía esta situación anterior adquiere una mayor carga de responsabilidad. Algunas veces, muy pocas eso sí, si la celebración de la Eucaristía pudiera comenzarse sin el  sacerdote éste se perdería siempre los ritos iniciales por llegar tarde. Y es que cuando el amor no ha calado hasta lo más profundo de nuestra  alma, si el amor apenas ha rozado la capa más superficial de nosotros mismos entonces quien manda en nuestro interior es nuestro propio ego. Y el ego actúa así… no pasa nada porque esperen un rato…. Total sin mí no se puede comenzar la celebración.. bueno ¿ y qué pasa por unos minutos?....  así nos convence el ego para que faltemos al respeto a la comunidad, mejor expresado, más que al respeto es al amor a quien se falta.
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Pues pongamos ejemplos reales. Cuando un creyente le da el valor que tiene a la celebración eucarística y, como debe ser, quiere participar en ella, comienza a organizarse según el reloj, quizá no debería ser así, pero lo del invento de la dependencia del reloj es otro tema.
En el momento en que comienza esta organización todos los minutos cuentan. Algunas personas cuidan enfermos y disponen de un tiempo muy limitado y ese tiempo limitado lo dedican a participar de la Eucaristía pero, claro está, aquí todos los minutos cuentan de forma muy importante y al presidente de la Eucaristía puede darle igual comenzar diez minutos tarde pero, para esta persona, esos diez minutos son cruciales. Otras personas están cuidando de sus hijos o nietos y los dejan a cargo de algún vecino para participar de la Eucaristía a estas personas cinco o diez o quince minutos son algo más que un poco de retraso.
Otras personas han recibido en casa la visita de familiares y los dejan para ir a participar de la Eucaristía y si ésta comienza quince minutos tarde no sólo se los están robando a la persona asistente a la Eucaristía sino a cada uno de esos familiares que, en casa, están esperando que vuelva el familiar.
Yo  sé muy bien que este punto de vista que acabo de contar de la falta de rigor en la puntualidad de celebraciones tan serias como la Eucaristía, lo único que denota es una terrible falta de amor a la comunidad y cuando se falta al amor a la comunidad se falta al amor a Dios. Puede ocurrir que piense el pastor: es necesario que empiece un poco más tarde la celebración porque estoy confesando., pues tampoco esto es válido a mi modo de ver y pongo un ejemplo del mundo; es como si una persona responsable de dar la comida a las dos de la tarde a un gran grupo de gente comienza a darla a las tres de la tarde y para excusarse le dice a los comensales que se esperen porque está fregando el suelo y los baños.
Y es que se corre un enorme peligro cuando falta el amor. Se corre un terrible peligro cuando falta el amor a la comunidad. Porque si no hay amor a la comunidad continúa la falta de amor a la propia celebración eucarística y puede llegarse incluso al extremo de comenzar la eucaristía y llegado al ofertorio darse cuenta el celebrante de que no está preparado el pan y tampoco el vino y entonces abandonar la mesa del altar, que representa al mismo Cristo, y dirigirse a la sacristía a preparar, entonces, lo que ya debiera estar preparado.
Estos abandonos del altar en plena Eucaristía, al principio chocaran y algunos sufrirán, mejor dicho sufriremos, pero se corre un riesgo mucho mayor y es el acostumbrarse a esta situación y se llega hasta el punto en el cual  algunos preferirán irse a otro lugar que acostumbrarse a este desamor.
Si la situación llegara a ser así, si el presidente de la celebración eucarística  cayera en este, a mi modo de ver, grave  error ¿tendría fuerza moral para corregir a los miembros de
la propia comunidad cuando comenten, a su vez, errores? ¿ podría el presidente de la celebración eucarística llamar la atención a los niños porque no se callan en misa? .
Es tan importante el Amor que si falta en un lugar, éste, queda desolado. Ya lo decía san Pablo…

Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada.
Una comunidad sin amor es una casa de locos y los católicos estamos obligados por el Amor a Amar.

 

Purificación Garcia

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