Muchos
sacerdotes tenemos en la Iglesia, muchos también en esta diócesis, quizá no
tantos como queremos, pero ahí están… caminando.
Ya hace un
par de semanas que hemos enterrado a Don
Rufino, ha sido su cuerpo el que hemos sepultado, su alma, chispa de Dios, anda por
el cielo alumbrando.
Cuando un
sacerdote tiene la chispa de Dios en su interior, por donde pasa la va
reflejando, pero aquí en este mundo en esta dimensión sólo pueden verla los
de cerca en cada momento. Cuando esa
chispa de Dios, esa llama de divinidad, se eleva al Cielo todo el mundo puede
tener acceso a ella.
Ahora los
que quedamos aquí queremos hacerle un homenaje. Este es el mío: GRACIAS DON
RUFINO. A veces en esta sociedad
materialista, la palabra GRACIAS nos puede parecer poco y por eso nos empeñamos
en argumentar con densa y basta retórica el hecho de agradecer. Esta forma de
actuar es propia de estos tiempos en los cuales la humanidad ha perdido la
sencillez, la mansedumbre. Nosotros los Cristianos sabemos que EUCARISTÍA significa ACCIÓN DE GRACIAS. ¿Acaso tenemos
los cristianos algo más grande?
Y, porque me
subo a la azotea para ver las estrellas y porque sé que desde allí si grito: ¡DIOS CUÁNTO TE AMO! Se me escucha
mejor que cuando estoy sobre el asfalto. Ahora siento que Don Rufino se subió a la azotea y desde allí
la chispa de Dios que él portaba nos está alumbrando y ahora todos podemos
verla, ya no sólo los de cerca sino todos los que, en el cielo,
la buscamos.
No se apaga
la luz de Dios con la vida terrena, muy al contrario, cuando el envase
desaparece la chispa de luz ya libre y sin obstáculos brilla con más fulgor,
eso sí, sin deslumbrarnos.
Hubo lágrimas
dolor en su entierro, hubo llanto ahogado en las gargantas y sus fieles amigos,
como siempre, allí estaban. Algunos estuvieron siempre y a esos Dios los abraza
para mitigar su dolor y alimentarle la esperanza. Sin hacer ruido, como todo lo
sencillo, pasó de este mundo al otro y nosotros sabemos que su vida fue y es
patrimonio de la IGLESIA , sabemos que ahora desde el cielo cuidará de toda ella.
HASTA LUEGO DON RUFINO.
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