"Ama como Dios ama, a su
estilo", reflexiones bíblicas de Mons. Fernando Chica
Monseñor Fernando Chica Arellano -observador permanente de la Santa Sede ante los organismos de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación en Roma-, reflexiona en el programa de esta semana «Tu palabra me da Vida» acerca de un pasaje del Evangelio según San Mateo:
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: ‘No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos (…). Si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la ‘gehenna’” (Mateo 5,17-37).
En estas palabras de Jesús encontramos una llamada a descubrir que hay muchos hermanos nuestros cuya existencia se transforma en incisivas preguntas: ¿por qué no trabajas por la justicia y por un equitativo reparto de los bienes?, ¿por qué permaneces indiferente ante el drama del hambre y la sed? El Papa Francisco, en el Mensaje con motivo de la Jornada Mundial de la Alimentación de 2013, recordó que “los datos proporcionados en este sentido por la FAO indican que aproximadamente un tercio de la producción mundial de alimentos no está disponible a causa de pérdidas y derroches cada vez mayores. Bastaría eliminarlos para reducir drásticamente el número de hambrientos”.
Y nosotros nos podemos preguntar: ante el drama que viven muchos hermanos nuestros, que no tienen nada que llevarse a la boca ¿cómo salir de nuestra comodidad y tenderles una mano solidaria y amiga? La respuesta nos la da el mismo Jesucristo al decir que ha venido a dar plenitud a “la Ley y los profetas”. Y seguimos con nuestro cuestionamiento: este dar plenitud, por parte de Jesús, a la ley, ¿cómo nos mueve a salir de nuestra comodidad ante la injusticia del hambre?
La respuesta tiene cuatro puntos.
En primer lugar, Jesús, con su vida, con su palabra, con su modo de estar, nos enseña a descubrir que los mandamientos, que la Palabra de Dios y que nuestra vida tienen un “corazón”. Ese corazón es el Amor, es el Amor a Dios. Así pues, Jesús nos muestra con toda claridad que Dios es amor, y eso exige una respuesta de amor por nuestra parte, dedicar tiempo a la oración, tomar en serio los mandatos de Cristo sobre la persona, la familia, etc. A la vez, ese amor tiene como destinatarios privilegiados a los pobres, entre los que se hallan los hambrientos y sedientos de pan, de agua y de justicia.
En segundo lugar, Jesús lleva la Ley a su plenitud interiorizando su cumplimiento. La alianza nueva que Cristo ha establecido con los hombres se grabará en la mente y en los corazones. Ya no tiene sentido un cumplimiento puramente exterior. Cristo mira la hondura del corazón. Por tanto, no des dinero para quedar bien. No ames superficialmente, para que hablen bien de ti. Eso es hipocresía. Ama de verdad. Ama con gestos concretos, a fondo perdido, ama sin buscar la publicidad.
En tercer lugar, Jesús eleva las exigencias de la ley. Ahora se trata de imitar la generosidad de Dios. No basta, por ejemplo, con no matar; es preciso respetar, amar y cuidar la vida, cada vida humana, cada momento de la vida humana, esa vida humana que necesita sustento. Ama como Dios ama, a su estilo.
Y en cuarto lugar, Jesús enviando el Espíritu Santo, nos ayuda a actuar por amor, no por interés. Para amar como Dios es necesario amar con Dios, es decir, contar con el Espíritu Santo. Hemos de pedirlo cada día en nuestra oración. Envíanos Señor tu Espíritu, que renueve nuestra vida y nos asemeje cada vez más a ti.
Sabiendo esto, encontramos sentido a lo que nos dice Jesús en el Evangelio: “Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al infierno”.
Terminamos preguntándonos: ¿han sido mis manos expresión de un corazón que se lava las manos’?
¿han sido mis manos expresión de laboriosidad, de generosidad, de caridad y de un corazón que quiere compartir?.
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