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lunes, 7 de octubre de 2013

La fe no nos libra del sufrimiento, la fe nos libra del desaliento.











Hubo una vez un rey que dijo a los sabios de la corte:
 
 
  
Hubo una vez un rey que dijo a los sabios de la corte:
 
 
 
 
 
 
  
 me estoy fabricando un precioso anillo he conseguido uno de los mejores diamantes posibles.  
 
                                                                                                                    

   me estoy fabricando
un precioso anillo he conseguido uno de los
mejores diamantes posibles.

                                                      
 
 Quiero guardar oculto
dentro del anillo algún mensaje que pueda ayudarme en momentos de desesperación total y que ayude a mis herederos y a los herederos de mis herederos para siempre.
 
  
Quiero guardar oculto dentro del anillo algún mensaje que pueda ayudarme en momentos de desesperación total y que ayude a mis herederos y a los herederos de mis herederos para siempre.
  
                    
 
Tiene que ser un mensaje pequeño de manera que quepa dentro del diamante del anillo.

Tiene que ser un mensaje pequeño de manera que quepa dentro del diamante del anillo.
 

   Todos quienes escucharon eran sabios, grandes eruditos,
 podrían haber escrito grandes tratados pero darle un mensaje de no más de dos o tres palabras que lo pudieran ayudar en  momentos de desesperación total.
 
Pensaron, buscaron en sus libros
 
 pero no podían encontrar nada.
 
 


 
Todos quienes escucharon eran sabios, grandes eruditos, podrían haber escrito grandes tratados pero darle un mensaje de no más de dos o tres palabras que lo pudieran ayudar en  momentos de desesperación total. Pensaron, buscaron en sus libros pero no podían encontrar nada.
 
El rey tenía un anciano sirviente que también había servido a su padre, la madre del rey murió pronto y este sirviente cuidó de él por tanto lo trataba como si fuera de la familia. El rey sentía un inmenso respeto por el anciano de modo que también lo consultó y éste le dijo: no soy un sabio ni un erudito ni un académico pero conozco el mensaje. Durante mi larga vida en el palacio me he encontrado con todo tipo de gente y en una ocasión me encontré con un místico, era invitado de tu padre, yo estuve a su servicio cuando se iba como gesto de agradecimiento me dio este mensaje. El anciano lo escribió en un diminuto papel lo  dobló y se lo dio al rey pero no lo leas, le dijo, mantenlo escondido en el anillo, ábrelo sólo cuando todo lo demás haya fracasado, cuando no encuentres salida a la situación. Ese momento no tardó en llegar, el país fue invadido y el rey perdió el reino. Estaba huyendo en su caballo para salvar la vida y sus enemigos lo perseguían. Estaba solo y los perseguidores eran numerosos. Llegó a un lugar donde el camino se acababa, no había salida, enfrente había un precipicio y un profundo valle, caer por él sería el fin y no podía volver porque el enemigo le cerraba el camino. Ya podía escuchar el trotar de los caballos, no podía seguir hacia adelante y no había ningún otro camino.
 De repente se acordó del anillo, lo abrió,
 sacó el papel y allí encontró un pequeño pasaje tremendamente valioso, simplemente decía: esto también pasará.
 Mientras leía  esto también pasará, sintió que se cernía sobre él un gran silencio, los enemigos que le perseguían debían haberse perdido en el bosque o debían haberse equivocado de camino pero lo cierto es que poco a poco dejó de escuchar el trote de los caballos. El rey se sentía profundamente agradecido al sirviente y al místico desconocido, aquellas palabras había resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a ponerlo en el anillo, reunió a sus ejércitos y reconquistó el reino. Y el día que entraba de nuevo victorioso en la capital hubo una gran celebración con música, bailes y él se sentía muy orgulloso de sí mismo. El anciano estaba a su lado en el carro y le dijo: este momento también es adecuado, vuelve a mirar el mensaje. ¿ qué quieres decir? Preguntó el rey, ahora estoy victorioso, la gente celebra mi vuelta, no estoy desesperado, no me encuentro en una situación sin salida. Escucha, dijo el anciano, este mensaje no es sólo para situaciones desesperadas también es para situaciones placenteras, no sólo para cuando estés derrotado también es para cuando te sientes victorioso, no es para cuando eres el último también es para cuando eres el primero. El rey abrió el anillo y leyó el mensaje: esto también pasará. Y nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba pero el orgullo, el ego había desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el mensaje, se había iluminado; entonces el anciano le dijo: recuerda que todo pasa, ninguna cosa, ni ninguna emoción son permanentes, como el día y la noche hay momentos de alegría y momentos de tristeza acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.
 
 
 
De repente se acordó del anillo, lo abrió,
 

 sacó el papel y allí encontró un pequeño pasaje tremendamente valioso, simplemente decía:
esto también pasará.
 
                       Todo pasa sólo DIOS  permanece.
 
 

 

 

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