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domingo, 16 de febrero de 2014

EL VERDADERO ROSTRO DE LA INMIGRACION






















 El rostro de la inmigración

Eran más o menos doscientos los subsaharianos que, huyendo del hambre, de la guerra, del terror, pretendían entrar en España. Más o menos… más o menos… que injusta esta expresión cuando ella hace referencia a personas, seres humanos. Personas que tienen nombre y apellido que tienen una realidad concreta, que tienen familia y que se juegan la vida porque la que, hasta entonces han tenido, no merece llamarse así.

Inmigración sin rostro.
Intentan llegar a las costas españolas pero nuestras autoridades están en una encrucijada, si los dejan pasar, Bruselas se queja porque España es la puerta de entrada de una ingrata situación que, poco después, les afectará a ellos. Si ayudas a que estos, los casi doscientos, retrocedan hasta Marruecos y, sin quererlo ni propiciarlo, algunos pierden la vida, entonces, otra vez, Bruselas se enfada y dice que estudiarán sancionar a España. Esto es hipocresía tan grande que hace que la salud de la sociedad se deteriore.
Y oigo por la calle a alguien que da una solución, su solución, que es ésta:Bienvenidos, no a los 200 más o menos, sino bienvenidos a los 201 que llegáis, con mucho sufrimiento, a España,; la policía, la Guardia Civil, os acoge, os cura, os remedia el frío y el hambre y una vez remediados los primeros auxilios, un grupo de personas, civiles , profesionales de la seguridad y de la política acompañan a estos 201 y se dirigen a Bruselas, al parlamento europeo en el que el número de eurodiputados es muy superior al número de inmigrantes al que acompañamos.
Allí , alto y claro los presentamos con nombre y apellidos y damos una pincelada de la situación personal que les llevó a hacer el trayecto fatal. Siguiendo allí urgimos a los que ocupan esos cómodos asientos a que, uno a uno, tomen como propia la causa de éstos. Así un eurodiputado abraza a uno y le provee de pan, abrigo y cobijo. Más tarde le ofrece un puesto de trabajo, imprescindible para ellos, para que puedan optar a la nacionalidad europea. ¿Querrán los eurodiputados aceptar, como solución, esta opinión de la calle? ¿Querrán ver cara a cara a todos estos pertenecientes a países a los que los europeos nos referimos como tercer mundo? Y mientras tanto, las fuerzas de seguridad, policías, guardias civiles, sufren las críticas e incluso los insultos de tantos y tantos que se creen con poder para despreciar a todos sin pararse a reflexionar, sin pararse a intentar comprender porque nada bueno hay en ellos. Y si un superior defiende a aquellos que, en el cumplimiento de su deber, le han sido encomendados, entonces, he ahí la ironía, piden su dimisión. Las redes sociales saben el poder que tienen y saben que si piden dimisiones los gobernantes tibios se las darán. Pero yo digo que ese tipo de poder se pierde cuando se usa con injusticia. Y, por si a alguien le interesa, el poder de las redes sociales, el poder del “periodismo”, el poder del chismorreo, el poder de la difamación, el poder físico deja de existir cuando el MIEDO se erradica. Por eso a los que mueven los hilos de la sociedad mundial no les interesa que los habitantes del planeta pierdan el miedo porque lo necesitan para conseguir sus fines. Una vez erradicado el miedo el individuo se asoma a la libertad. El miedo no lo puede erradicar el otro sino uno mismo. Cada uno tiene en su interior los suficientes instrumentos para erradicarlo. Si comprendemos un acontecimiento el miedo a ese acontecimiento se disipa.
No hay pastillas, ni jarabes contra el miedo. La solución al miedo está en el laboratorio interior que todos llevamos dentro.





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