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miércoles, 8 de marzo de 2017

PARA TÍ HERMANO SACERDOTE QUE CONTINÚAS A PESAR DE TUS LIMITACIONES.

Hoy durante mi oración matutina mi corazón ha experimentado una especie de efervescencia, eran como burbujas juguetonas que salían de él. Han salido y en un instante se han disipado pero, al romperse, cada una de ellas me ha regalado el nombre de un sacerdote que conocí, aunque sólo fuera de oídas, a lo largo de mi vida. Unos ya no están entre nosotros, otros están mayores o enfermos o ambas cosas pero aún ayudando en parroquias o en conventos de religiosas, lo que viene a ser en el argot de este tiempo, siguen dando el callo.
Por eso hoy mi agradecimiento es para ellos, para aquellos sacerdotes diocesanos, frailes, religiosos que, pudiendo haberse retirado por edad a disfrutar del paisaje, han querido quedarse para seguir dando hasta el último átomo de su energía al servicio de Dios y del Evangelio. De los que ya no están entre nosotros muchos así lo hicieron.
Gracias de todo corazón.
También aprovecho este mismo espacio para pedirles a ellos perdón. Perdón por no valorar el macro-esfuerzo que realizan para continuar sirviendo a la comunidad eclesial, perdón por las actitudes poco agradecidas tanto mías como de mis hermanos en la fe. Y es que ya se sabe, en esta sociedad en la cual se valora sobre todas las cosas la juventud y el aspecto físico, se abre una enorme brecha para distanciarnos de los que ya están muy avanzados en edad o con un aspecto físico no agradable al ojo humano. Sé que con esa enorme brecha nos distanciamos y nos desvinculamos de la verdadera experiencia, de la sabiduría de amar. Porque nada de lo que perdura, nada bello, nada que da paz al corazón se hizo en pocos años.

purificación garcia

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