Hacemos las previas de un proyecto y ya pensamos en cómo recoger el fruto. Pasamos del proyecto a la realidad del plan y nos dispersamos tanto en como contabilizaremos los resultados, es decir, como recogeremos los frutos que perdemos la energía y el tiempo destinados a la realización del mismo. Acompañamos al crecimiento de un pequeño árbol y nuestra mente se centra imaginar los frutos, recogerlos y degustarlos. Y yo me pregunto ¿Por qué tanta obsesión con los frutos? ¿Acaso estos son fin en sí mismos? ¿Es que cuando acompañamos en el crecimiento a un manzano, es ésta, la manzana, el final de nuestro esfuerzo?.A veces, en multitud de tareas y proyectos en cualquier campo primordialmente en el espiritual y, claro está, también en el eclesial, nos decimos a nosotros mismos: trabajaremos con ahínco y no estaremos pendientes de los frutos porque serán otros quienes los recojan. Pero haciendo el seguimiento a nuestro proceder vemos que son muchos los planes de trabajo que abandonamos y otros muchos a los que no hacemos el seguimiento adecuado porque nos es imposible atisbar, desde el lugar inicial, la presencia de los frutos.Esto confirma en nosotros que consideramos los frutos como el final de todo esfuerzo.
Sin embargo yo siento en mi interior que el fruto no es el FIN en sí mismo porque todo fruto lleva en su íntimo, la semilla y ésta tiene un destino implícito: SER SEMBRADA; así que, cuando tengamos el fruto en nuestras manos, hemos de saber que con él nos adviene una ENORME RESPONSABILIDAD. Por lo tanto hemos de saber que en el auténtico trabajo espiritual, en nuestra labor eclesial hemos de tener muy claro que con la cosecha de los frutos no se acaba nuestra acción, porque cada trabajo realizado lleva consigo la necesidad que deriva de la semilla, lleva consigo la obligatoriedad de LA NUEVA SIEMBRA. Así también cuando el Espíritu Santo nos regala alguno de sus frutos no es para nuestra degustación o disfrute personal sino para, con ellos, alumbrar a los demás poniéndolos al servicio de aquel que nos los quiso regalar.
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