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martes, 20 de noviembre de 2018

DIOS ESCUCHA EL GRITO DEL POBRE Y OYE CON CLARIDAD TU INACTIVO SILENCIO.

NO CREAS QUE ADORMECIENDO TU CONCIENCIA ANTE EL POBRE PASARÁS DESAPERCIBIDO ANTE DIOS.

Habiendo leído la página de periódico que abajo he insertado y habiéndolo meditado en paz, percibo un peligro latente. Podríamos caer en el error de pensar que esas cosas, la pobreza y todo la realidad que encierra su campo semántico, las tienen que solucionar otros, no nosotros.  Tiene que ser que los que tengan mucho, los que posean más den solución a estos problemas, es decir, que los que tienen sus necesidades sobradamente cubiertas ayuden a los más pobres.
Pienso yo que este rumiar en nuestra mente podría coger cuerpo y quedarnos totalmente conformes con nuestro NO ACTUAR hacia el otro. Es entonces  cuando viene a mi memoria y a mi corazón lo que es la verdad. Pienso entonces lo que a Dios tiene que dolerle el frío del que duerme en la calle y lo que tiene que dolerle también a Dios la frialdad de nuestra inacción avalada con esas recurrentes respuestas que nos damos a nosotros mismos para quedarnos conformes sin hacer nada.  Nos decimos: ¡ Eso que lo hagan otros!. ¿Qué voy a hacer yo si también soy pobre?.
Soy pobre pero, eso sí, estoy en mi país y tengo una humilde casa donde poder reclinar la cabeza. 
Esa "rebuscada y utilizable conformidad" al estar totalmente desvinculada del mensaje de Cristo, al estar desasida de su Amor, seguirá martilleando nuestra conciencia cual gota que cae sobre la frente del reo durante largo período de tiempo hasta hacerle enloquecer si no se remedia a tiempo. Pongamos un ejemplo: Si yo estoy pasando por una situación de grave precariedad y estando trabajando para intentar ponerle remedio a la misma, paso junto a aquél que está durmiendo en la calle en pleno y frio invierno y no me paro, y no le pregunto, y no le ofrezco aunque sólo sea  una manta más gruesa para aguantar mejor esos cristales que en el ambiente dibuja el frío. ¿Qué diría el mundo? Seguro que el mundo aplaudiría que no me ocupara del pobre porque pobre también soy yo. A ver yo no puedo hacer nada, bastante tengo con lo mío diríamos.
Pero, y esto es lo que realmente importa, ¿Qué diría Dios?
A Él es a quien hay que responder. ¿Acaso creemos que las respuestas del mundo sobornan a Dios? ¡¡¡NO!!! ¡¡¡NO!!! y mil veces  ¡¡¡NO!!!
Podemos compartir hasta que no nos quede nada para dar y cuando nos encontremos desnudos de bienes materiales, aún podremos dar una caricia,  una tierna mirada.
Y cuando la desnutrición haya hecho en nosotros tanta mella que ni siquiera podamos dar una caricia entonces... entonces...  todavía podemos seguir dando. Podemos dar  a los otros la posibilidad de que escuchen nuestro estentóreo GRITO :
¡¡¡ Por el AMOR DE DIOS!!!  TENED COMPASIÓN DE MÍ.
Ese grito del ALMA  quizá no será escuchado por los humanos que padecen sordera espiritual congénita pero, queridos hermanos, DIOS... DIOS.. SÍ QUE LO ESCUCHARÁ.
DIOS ESCUCHARÁ MI GRITO Y OIRÁ TU SILENCIO.


Purificación García


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