A veces es
bueno pensar que la garganta enmudeció. A veces durante la celebración de la
Eucaristía, en los momentos en los que la comunidad participa de ese
esencial diálogo con Dios, enmudezco mis
labios pero no mi corazón.
Mis labios
se sellan como si nunca hubiera yo tenido voz y mis hermanos todos a una, recitan
el Padre Nuestro, el Cordero, el Santo
es el Señor y Dios me interroga y le responde el corazón : Padre
mío no necesito mi garganta para entonar
una oración la recitan mis hermanos ellos son ahora mi voz.
Gracias
Señor por mostrarme estos misterios, por no necesitar ya mi voz, por permitir que mi corazón se inflame con el
Espíritu de Amor y mis hermanos hagan
llegar a ti ese fuego hecho palabra y lo
eleven con su voz.
purificación García
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