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sábado, 29 de diciembre de 2018

Estuve allí y su luz me alumbró






En el día de ayer cuando el sol se había ocultado y el llanto de Raquel por la muerte de los inocentes aún se escuchaba en el corazón de las madres, recibía yo la noticia de la muerte del cuerpo físico de una persona a la que yo quise mucho, sigo queriendo y querré porque la muerte del cuerpo no es impedimento para seguir amando al que está vivo ya que el alma nunca va a la fosa. Hablo del que fue, durante 16 años, obispo de esta diócesis nuestra de Jaén. D. Santiago García Aracil.

Con él a la cabeza de la diócesis trabajé en el Consejo de Pastoral Diocesano durante casi ocho años. ¡Qué ilusión llevaba yo a cada pleno del consejo! ¡Con qué energía preparaba cada sesión! Y … cuando parecía que el peso de las circunstancias temporales me oprimían ,él, Don Santiago García Aracíl me transmitía su enérgica y energizante alegría.

En el tiempo de la dolorosa prueba que todo cristiano que sinceramente quiera serlo ha de sufrir, allí estuvo él como pastor de la diócesis, pastor de todos, también de los seglares.

En las fuertes pruebas puede uno hundirse en el sótano oscuro y lleno de trastos inservibles de la iglesia y yo estuve allí un tiempo pero él, el pastor cercano y amigo, me llamó y me invitó a conocer otro paisaje de nuestra iglesia. Enviada por él fui a mi primer encuentro interdiocesano de catequistas, en 2002, a partir de ese año he asistido a, casi todos, los siguientes.

Me hizo elevar la mirada y me mostró palpablemente la universalidad de la Iglesia. Me hizo descubrir, elevándome, que la iglesia no se circunscribe a la parroquia y me mostró la diócesis.

De sus labios escuché por primera vez la palabra DIOCESANEIDAD y le gustaba repetirla en las sesiones del consejo de pastoral.

De aquellos momentos diocesanos y por su tremenda preocupación por la preparación de las personas que ocupaban cargos relevantes en las cofradías surgieron estos cursos de fundamentos cristianos que, en la actualidad, están tan de moda en las parroquias. Ahora todo parece fácil pero no olvidemos que los comienzos de todo cuanto hagamos suelen ser difíciles y las personas que  inician lo nuevo suelen tener muchos detractores pero ya tenemos experiencia que si no inicias nada también los tienes.

Las obras emprendidas en el seminario diocesano que causan admiración a todos los que lo visitan cuyo proyecto fue apoyado por muchos y también, como no, por mi  parroquia  Ntra. Sra. De la Encarnación de Peal, siendo párroco D. Cósme Sánchez López, también tuvo detractores pero he ahí el seminario.

Recuerdo las vigilias de la Inmaculada animadas por él con enorme asistencia de jóvenes de toda la diócesis, también asistimos varios años desde la parroquia de Peal.

Recuerdo que durante mucho tiempo en estos consejos de pastoral diocesanos y viendo la complejidad de tantos actos y acontecimientos que se celebraban casi sin descanso, yo sentí que la iglesia diocesana tenía que pararse a reflexionar.  Comprendí yo que aún siendo muy buena la actividad cuando ésta se convierte en activismo se corre el riesgo de diluir la esencia de lo bueno.  

Don Santiago García Aracil escuchaba las opiniones de todos fuera seglar, fuera presbítero, si la propuesta era algo bueno para la diócesis la recibía. Así se inauguró un año de reflexión en toda la diócesis propuesto por su máximo representante, por el pastor, por el obispo D.Santiago García Aracil.

Ahora todos los trabajos materiales quedan aquí y, como suele ocurrir, el fluir apelmazado de los acontecimientos hará que la memoria se pierda. Pero antes de que esto llegue, tengo que agradecer, más aún, quiero agradecer haciéndolo público, la ayuda tan grande que en el momento de la prueba que tambalea los cimientos del ser, me ofreció el pastor de la diócesis D.Santiago García Aracil estando cerca de mí , aún corriendo riesgos, aliviando mi dolor.



Por todo esto, el día de ayer en el que el corazón de madre sufría cuando escuchaba los gritos de los inocentes al ser pasados a espada, gritos que no son de otra época, que no son del pasado, gemidos de dolor que siente hoy ese mismo corazón de madre  al escuchar el llanto del no nacido siendo asesinado en el claustro materno, a tan enorme dolor tengo que sumar el de la pérdida de D. Santiago García Aracil, al que quise mucho, por el que me sentí aliviada en el dolor, con el que trabajé con la enérgica y empática alegría de la juventud madura.

He rezado con él, he vivido eucaristías presididas por él, sus homilías me hacían sentir muy muy profundamente que todo puede tornarse a DIOS. Sólo tenemos que quererlo.



Gracias Dios por haber querido TÚ que esta persona ocupara un lugar relevante en el paisaje de mi vida.

A ti Dios que eres UNO que eres TRINIDAD, que quisiste necesitar a MARÍA. A ti te pido por él, por el que fue obispo de Jaén, por D. Santiago García Aracil, acógelo en tu seno mi DIOS.

Desde mi pequeñez e ignorancia espiritual me atrevo a pedirte PADRE MIO, que estando ya él, despojado de todas las vestiduras de este mundo que, casi siempre, esconden a quien TÚ amas, le abraces y le permitas penetrar en ese lugar maravilloso que ni la más ágil y fértil imaginación de este mundo puede ni siquiera esbozar.



Purificación García.

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