En
el día de ayer cuando el sol se había ocultado y el llanto de Raquel por la muerte
de los inocentes aún se escuchaba en el corazón de las madres, recibía yo la
noticia de la muerte del cuerpo físico de una persona a la que yo quise mucho,
sigo queriendo y querré porque la muerte del cuerpo no es impedimento para
seguir amando al que está vivo ya que el alma nunca va a la fosa. Hablo del que
fue, durante 16 años, obispo de esta diócesis nuestra de Jaén. D. Santiago García
Aracil.
Con
él a la cabeza de la diócesis trabajé en el Consejo de Pastoral Diocesano
durante casi ocho años. ¡Qué ilusión llevaba yo a cada pleno del consejo! ¡Con
qué energía preparaba cada sesión! Y … cuando parecía que el peso de las
circunstancias temporales me oprimían ,él, Don Santiago García Aracíl me
transmitía su enérgica y energizante alegría.
En
el tiempo de la dolorosa prueba que todo cristiano que sinceramente quiera
serlo ha de sufrir, allí estuvo él como pastor de la diócesis, pastor de todos,
también de los seglares.
En
las fuertes pruebas puede uno hundirse en el sótano oscuro y lleno de trastos
inservibles de la iglesia y yo estuve allí un tiempo pero él, el pastor cercano
y amigo, me llamó y me invitó a conocer otro paisaje de nuestra iglesia.
Enviada por él fui a mi primer encuentro interdiocesano de catequistas, en
2002, a partir de ese año he asistido a, casi todos, los siguientes.
Me
hizo elevar la mirada y me mostró palpablemente la universalidad de la Iglesia.
Me hizo descubrir, elevándome, que la iglesia no se circunscribe a la parroquia
y me mostró la diócesis.
De
sus labios escuché por primera vez la palabra DIOCESANEIDAD y le gustaba
repetirla en las sesiones del consejo de pastoral.
De
aquellos momentos diocesanos y por su tremenda preocupación por la preparación
de las personas que ocupaban cargos relevantes en las cofradías surgieron estos
cursos de fundamentos cristianos que, en la actualidad, están tan de moda en
las parroquias. Ahora todo parece fácil pero no olvidemos que los comienzos de
todo cuanto hagamos suelen ser difíciles y las personas que inician lo nuevo suelen tener muchos
detractores pero ya tenemos experiencia que si no inicias nada también los
tienes.
Las
obras emprendidas en el seminario diocesano que causan admiración a todos los
que lo visitan cuyo proyecto fue apoyado por muchos y también, como no, por mi parroquia Ntra. Sra. De la Encarnación de Peal, siendo
párroco D. Cósme Sánchez López, también tuvo detractores pero he ahí el
seminario.
Recuerdo
las vigilias de la Inmaculada animadas por él con enorme asistencia de jóvenes
de toda la diócesis, también asistimos varios años desde la parroquia de Peal.
Recuerdo
que durante mucho tiempo en estos consejos de pastoral diocesanos y viendo la complejidad
de tantos actos y acontecimientos que se celebraban casi sin descanso, yo sentí
que la iglesia diocesana tenía que pararse a reflexionar. Comprendí yo que aún siendo muy buena la actividad cuando ésta se convierte en activismo se corre el riesgo de diluir la esencia
de lo bueno.
Don
Santiago García Aracil escuchaba las opiniones de todos fuera seglar, fuera
presbítero, si la propuesta era algo bueno para la diócesis la recibía. Así se
inauguró un año de reflexión en toda la diócesis propuesto por su máximo
representante, por el pastor, por el obispo D.Santiago García Aracil.
Ahora
todos los trabajos materiales quedan aquí y, como suele ocurrir, el fluir
apelmazado de los acontecimientos hará que la memoria se pierda. Pero antes de
que esto llegue, tengo que agradecer, más aún, quiero agradecer haciéndolo
público, la ayuda tan grande que en el momento de la prueba que tambalea los
cimientos del ser, me ofreció el pastor de la diócesis D.Santiago García Aracil estando cerca de mí , aún corriendo riesgos, aliviando mi dolor.
Por
todo esto, el día de ayer en el que el corazón de madre sufría cuando escuchaba
los gritos de los inocentes al ser pasados a espada, gritos que no son de otra
época, que no son del pasado, gemidos de dolor que siente hoy ese mismo corazón
de madre al escuchar el llanto del no
nacido siendo asesinado en el claustro materno, a tan enorme dolor tengo que
sumar el de la pérdida de D. Santiago García Aracil, al que quise mucho, por el
que me sentí aliviada en el dolor, con el que trabajé con la enérgica y empática
alegría de la juventud madura.
He
rezado con él, he vivido eucaristías presididas por él, sus homilías me hacían
sentir muy muy profundamente que todo puede tornarse a DIOS. Sólo tenemos que
quererlo.
Gracias
Dios por haber querido TÚ que esta persona ocupara un lugar relevante en el
paisaje de mi vida.
A
ti Dios que eres UNO que eres TRINIDAD, que quisiste necesitar a MARÍA. A ti te
pido por él, por el que fue obispo de Jaén, por D. Santiago García Aracil,
acógelo en tu seno mi DIOS.
Desde
mi pequeñez e ignorancia espiritual me atrevo a pedirte PADRE MIO, que estando
ya él, despojado de todas las vestiduras de este mundo que, casi siempre,
esconden a quien TÚ amas, le abraces y le permitas penetrar en ese lugar
maravilloso que ni la más ágil y fértil imaginación de este mundo puede ni
siquiera esbozar.
Purificación
García.
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