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martes, 31 de marzo de 2015

De un sacerdote amigo 2 de 3 (charlas cuaresmales)


2º.- POR QUÉ Y PARA QUÉ EL CRUCIFIJO

Reflexión:
                          ¿Por qué y para qué el CRUCIFIJO? 

Es “la cruz de Cristo”; es el “Cristo de la cruz”
Estos titulares quieren dejar claro que no todas las cruces, que hay en la vida de cada uno y en la historia de la humanidad, muchas de ellas terribles, no todas nos sirven de salvación, si en ellas no contemplamos a Jesucristo clavado, modelo, fuerza y consuelo. 
Tampoco todas las imágenes de Jesucristo, que veneramos y a las que tenemos mucha devoción, quedan completas si excluimos la imagen de JESUCRISTO CRUCIFICADO. A veces nos adherimos a un Cristo imaginario, que no es el verdadero o, al menos, no es el Cristo completo y total; en este caso lo desfiguramos, nada peor para su auténtica imagen. 
Nos situamos hoy en el ¡VIERNES SANTO! 
De la Historia de nuestra salvación que ayer recorríamos brevemente, recordad que mostramos un momento en que “el hombre y la mujer pecaron” y otro momento posterior en que “Dios, por amor misericordioso, se hizo hombre para salvarnos”. Era el misterio de La Encarnación del Hijo de Dios para poder realizar el misterio de Nuestra Redención
Como aproximación al misterio de amor redentor, que rescata de las fuerzas del mal a la humanidad, debemos conocer que las ofensas se miden, aparte del grado de importancia en el quebrantamiento de las leyes, por la distancia que existe entre el ofensor y el ofendido; a mayor distancia mayor ofensa.
¿Verdad que no es lo mismo “mentir” a un amigo/amiga que a un padre/madre, juez/autoridad/rey?
Por eso, la ofensa, consciente y libre, a Dios, adquiere el grado de “culpa infinita”, que puede ser grave o leve, por la distancia que existe entre la criatura y el Creador.
Dicha ofensa y culpa solamente se puede satisfacer, es decir, pagar en justicia, con acciones que tengan méritos infinitos, acciones que solamente Dios puede realizar, porque las criaturas humanas solamente tenemos o realizamos acciones con méritos finitos, limitados.   
¡Aquí viene el invento del amor misericordioso de Dios al hombre! 
Dice Dios -permitidme expresarme así para hacerme entender mejor-,  
“me haré hombre como ellos, sin dejar de ser Dios”, 
“cargaré con su pecado que es ofensa infinita a la santidad de Dios”, 
“pagaré por ellos, como Hombre, y como Dios”,  
“como Hombre, cargando sobre mis espaldas el pecado de la humanidad entera, al hacerme uno con ellos” 
“como Dios, satisfaciendo en justicia, con mis méritos infinitos, propios de Dios”. 

Así, Jesucristo, Dios y Hombre, redime a la humanidad caída por el pecado.
¡Cuánto amor entraña nuestra redención del pecado!
¡Y cuánto dolor! 
Vamos a ponerle imagen.
El Profetas Isaías, anunciando la pasión y muerte de Cristo, utiliza la imagen del Siervo de Yahvé, y escribe un poema dedicado a este Siervo de Yahvé, sufriente. Escuchad lo que dice, inspirado por Dios, mientras fijáis vuestra mirada en el Crucifijo

“MIRAD, MI SIERVO TENDRÁ ÉXITO,
SUBIRÁ Y CRECERÁ MUCHO. 
COMO MUCHOS SE ESPANTARON DE ÉL
PORQUE DESFIGURADO NO PARECÍA HOMBRE,
NI TENÍA ASPECTO HUMANO,
ASÍ ASOMBRARÁ A MUCHOS PUEBLOS;
ANTE ÉL LOS REYES CERRARÁN LA BOCA,
 AL VER ALGO INENARRABLE
Y COMPRENDER ALGO INAUDITO. 
¿QUIÉN CREYÓ NUESTRO ANUNCIO?,
¿A QUIÉN SE REVELÓ EL BRAZO DEL SEÑOR? 
CRECIÓ EN SU PRESENCIA COMO BROTE,
COMO RAIZ EN TIERRA ÁRIDA,
SIN FIGURA, SIN BELLEZA. 
LO VIMOS SIN ASPECTO ATRAYENTE,
DESPRECIADO Y EVITADO DE LOS HOMBRES,
COMO UN HOMBRE DE DOLORES,
ACOSTUMBRADO A SUFRIMIENTOS,
ANTE EL CUAL SE OCULTABAN LOS ROSTROS,
DESPRECIADO Y DESESTIMADO. 
ÉL SOPORTÓ NUESTROS SUFRIMIENTOS
Y AGUANTÓ NUESTROS DOLORES;
NOSOTROS LO ESTIMAMOS LEPROSO,
HERIDO DE DIOS Y HUMILLADO;
PERO ÉL FUE TRASPASADO POR NUESTRAS REBELIONES,
TRITURADO POR NUESTROS CRÍMENES. 
NUESTRO CASTIGO SALUDABLE CAYÓ SOBRE ÉL,
SUS CICATRICES NOS CURARON. 
TODOS ERRÁBAMOS COMO OVEJAS,
CADA UNO SIGUIENDO SU CAMINO;
Y EL SEÑOR CARGÓ SOBRE ÉL TODOS NUESTROS CRÍMENES. 
MALTRATADO, VOLUNTARIAMENTE SE HUMILLABA
Y NO ABRÍA LA BOCA:
COMO CORDERO LLEVADO AL MATADERO,
COMO OVEJA ANTE EL ESQUILADOR,
ENMUDECÍA Y NO ABRÍA LA BOCA. 
SIN DEFENSA, SIN JUSTICIA, SE LO LLEVARON, 
¿QUIÉN SE PREOCUPARÁ DE SU ESTIRPE? 
LO ARRANCARON DE LA TIERRA DE LOS VIVOS,
POR LOS PECADOS DE MI PUEBLO LO HIRIERON. 
LE DIERON SEPULTURA CON LOS MALVADOS
Y UNA TUMBA CON LOS MALHECHORES,
AUNQUE NO HABÍA COMETIDO CRÍMENES
NI HUBO ENGAÑO EN SU BOCA. 
EL SEÑOR QUISO TRITURARLO CON EL SUFRIMIENTO,
Y ENTREGAR SU VIDA COMO EXPIACIÓN: 
VERÁ SU DESCENDENCIA, PROLONGARÁ SUS AÑOS,
LO QUE EL SEÑOR QUIERE PROSPERARÁ POR SU MANO. 
POR LOS TRABAJOS DE SU ALMA VERÁ LA LUZ,
EL JUSTO SE SACIARÁ DE CONOCIMIENTO. 
MI SIERVO JUSTIFICARÁ A MUCHOS,
PORQUE CARGÓ CON LOS CRÍMENES DE ELLOS. 
LE DARÉ UNA MULTITUD COMO PARTE,
Y TENDRÁ COMO DESPOJO UNA MUCHEDUMBRE. 
PORQUE EXPUSO SU VIDA A LA MUERTE
Y FUE CONTADO ENTRE LOS PECADORES,
ÉL TOMÓ EL PECADO DE MUCHOS,
E INTERCEDIÓ POR LOS PECADORES” (Is 52, 13-53, 12).  

Fija la mirada del Crucifijo escuchemos ahora a San Pablo, que le dice a los fieles de Galacia:

“CRISTO NOS RESCATÓ DE LA MALDICIÓN DE LA LEY,
HACIÉNDOSE POR NOSOTROS MALDICIÓN,
PORQUE ESTÁ ESCRITO:
MALDITO TODO EL QUE CUELGA DE UN MADERO” (Ga 3, 13)
Alude así a las leyes judías del pueblo de Israel, citando el pasaje del Libro del Deuteronomio, que dice:

 “SI UNO,
REO DE LA PENA DE MUERTE,
ES EJECUTADO Y LO CUELGAS DE UN ÁRBOL,
SU CADAVER NO QUEDARÁ EN EL ARBOL DE NOCHE,
SINO QUE LO ENTERRARÁS ESE MISMO DÍA,
PUES UN COLGADO ES MALDICIÓN DE DIOS,
Y NO DEBES CONTAMINAR LA TIERRA
QUE EL SEÑOR, TU DIOS, TE DA EN HEREDAD” (Dt 21, 22-23)

Creo que os bastará con estos textos
para asomaros tímidamente al misterio de nuestra Redención,
para asomaros escasamente al misterio del amor de Dios por nosotros,
para  asomaros contritamente al corazón de Dios Padre que entrega de esta manera
a la muerte a su Hijo,
para asomaros al infinito amor de Jesucristo por ti, que “se hace pecado, malhechor,
y maldito” para salvarte a ti y a mí.
            ¡Esto es el amor de Dios!
¡Esta es la maldad del pecado! 
Quiero ofreceros para terminar algunos momentos que, sin duda, removieron profundamente el corazón de Cristo por dentro, como solemos decir, sentimientos a la hora de dar la vida por ti, en su Viacrucis, en su camino hacia la muerte.
Sigue mirando al Crucifijo, fuera o dentro de ti, mientras escuchas estas palabras:

INJUSTICIA

Jesús va a la muerte, tras una sentencia injusta, es decir, sin motivos, sin pruebas, sin verdad.
            La envidia de unos, la soberbia de otros, el pecado de todos, le llevó “a muerte de cruz” como si fuera el mayor enemigo del pueblo.
¿Acaso puedes medir la tristeza del corazón de Cristo, muriendo por amor, y condenado por odio?
Pero al final, un soldado romano se la jugó, cuando, viéndole expirar, exclamó: ¡Este hombre era inocente” Ya era demasiado tarde. 

ESPECTÁCULO

Desde que Judas le da el beso de la traición, comienza para el Redentor de la Humanidad un “espectáculo infame” a su alrededor, que le partiría el corazón.
¿Dónde estaban los que tanto habían escuchado y aplaudido su Palabra de vida?, ¿dónde estaban tantos enfermos curados de sus dolencias?, ¿dónde los más de cinco mil que se habían saciado de pan y peces?. 
A su alrededor desprecio, burla, sarcasmo, provocación, diversión, cuando Pilato lo muestra vestido burlonamente de rey con corona de espinas y caña en la mano, cuando camina a empujones y caídas por las calles empinadas de Jerusalén con la cruz a cuestas, cuando se llena la ladera del monte calvario de hombres, mujeres, niños y jóvenes, divertidos con la carnicería que le habían provocado.
¡Cuánto le dolería a Cristo, en su corazón, masticar este “fracaso humano”, en que su entrega hasta la muerte por los hombres se convirtiera para muchos en una “tarde de diversión”.
Pero al final, cuando le vieron morir, dice el evangelio de San Lucas que “toda la muchedumbre que había concurrido a este espectáculo, al ver las cosas que habían ocurrido, se volvía dándose golpes de pecho” (Lc 23,48). Ya era demasiado tarde. 

ENCUENTRO CON SU MADRE
Lo recoge la “tradición religiosa de todos los siglos”.
Dicen que, en una esquina de la calle de La Amargura, estaba su madre, la Virgen María, acompañada de algunas otras mujeres piadosas.
Jesús, al pasar, la miró.
¡Qué cruce de miradas!
Seguro, que fue de los momentos más duros de la Pasión para los dos, para la Madre viendo al Hijo, para el Hijo viendo a la Madre. ¡Cuánto crece el dolor cuando piensas en el dolor de los que te quieren!
Desde ese momento, María siguió detrás de él hasta la cumbre del Calvario, hasta que, muerto, lo descolgaron, y lo pusieron en su regazo de Madre.
Piensa que, en medio de esas dos miradas, limpias y puras, pero llenas de sangre y lágrimas, estabas tú, porque por ti murió el Señor. 

ABANDONO DE DIOS
Nos lo cuentan tres evangelistas:

San Mateo relata: “Jesús fue con ellos a un huerto… empezó a sentir tristeza y angustia… adelantándose un poco, cayó rostro en tierra, y oraba diciendo: ¡Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz, pero no se haga como yo quiero, si no quieres tú… de nuevo se apartó por segunda vez de los discípulos y oraba diciendo: ¡Padre mio, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad” (Mt).
San Marcos nos dice: “Era la hora tercia cuando lo crucificaron… al llegar la hora sexta toda la región quedó en tinieblas hasta la hora nona… y a la hora nona, Jesús clamó con voz potente: Eloí, Eloí, lamá sabactaní, que significa, Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Mc) 
San Lucas nos cuenta: “Vinieron las tinieblas sobre toda la tierra…. porque se oscureció el sol, el velo del templo se rasgó por medio, y Jesús, clamando con voz potente, dijo: ¡Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu! Y dicho esto, expiró” (Lc). 
Queridos hermanos, esta ausencia del consuelo del amor del Padre es el momento más oscuro en el cielo del corazón de Jesucristo en su Pasión.
Se siente abandonado del Padre, se siente sólo, sin una palabra de aliento.
Jamás comprenderemos cómo el Dios-Hombre se pudo sentir abandonado de Dios.
         Es la prueba mayor de su entrega y de su amor por nosotros, por ti y por mí.

¡Dios mío, ¿por qué me has abandonado?  
Siempre, profundo misterio; siempre, profundo amor. 
Basta. Cuatro palabras:
Injusticia,
Espectáculo,
Encuentro con su Madre,
Abandono de Dios.  

Ahora, hasta la hora de la Misa, meditemos en silencio la Pasión y Muerte de Cristo y adoremos a Cristo crucificado, que nos preside en la pared y en la mesita.

No habrá exposición del Santísimo.
Quien quiera, y cuando quiera, puede acercarse a besar el Crucifijo.
Es mucho amor el que desprende la muerte de Cristo Crucificado.
 

 

 

 Rvdo. D. Jesús Moreno Lorente

 

 

 

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