Hoy 19 de Marzo, día en el que la Iglesia celebra la
festividad de San José he recordado, estando ya en paz, esas valiosas palabras
de la Sagrada Escritura y que Dios puso en boca de San Pablo. Este dirigiéndose
a los romanos, expresó bellamente:.. No debáis a nadie nada, sino el amaros unos
a otros; porque el que ama a su prójimo, ha cumplido la ley.
Ha venido a mi mente, desde mi corazón, la imagen de tantos y
tantos sacerdotes que han consagrado su vida a este ministerio. He recordado
que muchos celebran hoy su aniversario del Sacramento del Orden Sacerdotal,
algunos lo hicieron la víspera. He recordado
a los que llevaban el nombre de José.
Sé que son muchos, pero hoy he recordado a D. José Lomas que
ya está fuera de esta dimensión que cada vez aprieta más a los que queremos ser
de Cristo. Su perenne sonrisa, su tono suave, su graciosa forma de expresarse.
Felicidades D. José.
A los que celebran hoy su aniversario: ¡FELICIDADES!
¡Felicidades D. Jesús Moreno! ¡Felicidades D. Cosme!
Toda una vida ofrecida a la Iglesia, gastada en la
transmisión de la fe, sufrida y gozada por Cristo, Con Cristo y en Cristo.
¿Cómo no dar las gracias? Ellos, como muchos otros, han estado a través de su
ministerio enseñando, confortando y, lo más importante a mi modo de ver,
mostrando a Cristo mismo aunque ello haya supuesto la ojeriza de algunos
feligreses e incluso, quien sabe, compañeros.
Pero siguiendo con la palabras de San Pablo intento no deber
a nadie sino Amor, pero tratándose de Amar en Cristo, cuánto más amor doy más
amor debo. Es, ésta, una medicina deliciosa, plenamente eficaz, una medicina
que cura todas las enfermedades, las del alma, las de la psique y , ¡SÍ! la
experiencia lo avala, también las del cuerpo.
Hoy envío mi felicitación agradecida a todos y cada uno de
los sacerdotes que celebran su aniversario, haciéndola extensiva a todos
aquellos que la celebran cualquier otro día del año. A los que son muy mayores,
agradecerles que hayan querido imitar a Cristo en su dilatada vida a pesar del mundo. A los más jóvenes
agradecerles que quieran gastar su vida anunciando y proclamando la VERDAD que
se llama CRISTO. Por eso decimos en el PADRE NUESTRO: hágase tu VOLUNTAD, sí
sólo y siempre LA VOLUNTAD DEL PADRE. No se haga la voluntad de nuestra
personalidad humana porque ésa pesa más que el hormigón y nacida del pecado nos
hunde en el abismo.
PADRE, HÁGASE TU VOLUNTAD, EN TODOS ESTOS POR LOS QUE PIDO.
HÁGASE TU VOLUNTAD EN MÍ.
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