Oh, Jesús mi Señor. Cómo
agradezco esta experiencia que me regalaste ayer Jueves Santo.
Son tantas las veces que mi corazón y mi mente se han
encogido al recordar los insultos que recibías aquel día de tu detención,
insultos que salían de la boca, la misma boca que el domingo anterior cantaba
Hosannas al Señor nuestro Dios.
Y nos desplazamos para acompañarte en tu última cena. Era
mucho el contenido de esta celebración: institución de la Eucaristía,
institución del Orden Sacerdotal, el lavatorio de los pies.
Quisimos acompañarte desde ese lugar al cual Tú quisiste
llevarnos hace ya bastantes años.
Cuando nos dirigimos al templo, una procesión pasaba por ese
lugar. No queríamos llegar tarde. Tú nos esperabas allí. Intentamos pasar por
entre la gente: por favor tengo que pasar, gracias.
Pero la gente que
cuando son muchos y se unen para ejercer todo lo contrario a la MISERICORDIA que la iglesia celebra este año de modo
especial, dejan de ser gente y se transforman en masa. Esa masa quiso
impedirnos el paso.
Sus bocas cual puertas de sepulcros proferían gritos e
insultos y nosotros continuamos para llegar a nuestro destino, al ver la gente
que no nos deteníamos sus insultos se colmaron aún más de odio.
Quería agradecerte esta experiencia Señor, porque hoy cuando
vaya a acompañarte al templo en tu dilatado momento de pasión, cuando escuche
por boca de los lectores, esos gritos que sobre ti lanzaban como saetas
envenenadas, esos golpes, esos salivazos, podré comprenderlo mejor. Ojalá mi corazón hubiera sido un océano de paz
y amor como lo fue el tuyo. El mío tenía menos amor y mirando a la masa no
salía de mí eso que Tú dijiste: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.
De mí interior salía aquello otro tan distinto: ¿qué os pasa, acaso os habéis
vuelto locos? ¡ yo sólo pretendo ir al templo para formar parte de ese Memorial
de la Pasión, Muerte y Resurrección de ese Jesús cuya imagen vosotros
procesionáis. Quedaros vosotros con las imágenes que si éstas os sirven para
acercaros al VERDADERO JESÚS, habrá sido
bueno muy bueno y si os sirven para lo contrario pues entonces, que Dios os
perdone.
Ahora, SEÑOR, me muestras el camino para hallar dentro de mí
a ese JUDAS ISCARIOTE, que simboliza el DESEO, sí el deseo de ser, no como
Jesús sino de ser Jesús mismo. Este deseo
transformado en envidia llevó a Judas a la TRAICIÓN de aquel al que llamaba MAESTRO.
SÍ, todos llevamos un judas Iscariote dentro de nosotros
mismos, pero no sólo a él. También llevamos a Poncio Pilato, ese personaje que
representa a la MENTE. La mente no cesa de darnos motivos, excusas, razones
para no hacer lo que debemos y queremos hacer, y hacer lo que no debemos ni
queremos hacer como más tarde nos diría San Pablo.
Por eso cuando nuestro corazón se dispone para amar, para
trabajar por mejorar y limpiar nuestra casa interior, siempre de la mente surge
esa “razón” para posponer este trabajo o para, definitivamente dejar de
hacerlo. LA MENTE TAMBIEN TRAICIONA pero
ésta lo argumenta con razones que para cualquier intelecto poco regado por la
sabiduría de DIOS puede llegar a ser no sólo lógico sino también auténtico.
Hay otro personaje importante en este día de Pasión: el sumo
sacerdote CAIFAS. Que representa la MALA VOLUNTAD. Todos sus actos contra JESÚS fueron injustos. Con su poder de sumo
sacerdote quebró la actitud y la buena voluntad de aquellos otros que querían
salvar a Jesús. Movió el corazón del pueblo contra JESÚS, porque el pueblo
tenía más poder que él y que el sanedrín entero.
Y hasta ahora cuando leo, medito,
rememoro esto que pasó hace dos milenios, pienso:¡si yo hubiera estado
allí me hubiera puesto a favor de Jesús!.
Esto me ocurre y supongo que a
muchos otros también les ocurre. Pero y si tanto a JUDAS como a PILATO y CAIFAS
en lugar de ponerle otro rostro, le pusiéramos nuestra propia imagen. ¿Qué
haríamos? ¿ Cambiaríamos la historia o, por el contrario, la dejaríamos
inmutable?.
Y yo pienso que no hay que desplazarse dos mil años y
cambiar la historia. Hemos de cambiar la historia aquí y ahora, desenmascarando
a esos tres que están dentro de nosotros: JUDAS, PILATO, CAIFÁS. Desenmascarándolos
y reduciéndolos a cenizas cambiaremos hoy este lugar temporal en el que
desenvolvemos nuestra vida. Son tan fuertes estos tres que no podremos hacerlo
solos. Eso es lo primero que hemos de aceptar. Necesitamos acudir al SEÑOR
NUESTRO DIOS, a LA FUERZA DIVINA DEL ESPÍRITU SANTO, AL AMOR DEL PADRE QUE TODO
LO MUEVE Y QUE HABITA EN LO ESCONDIDO DE NUESTRO SER y A LA TERNURA INFABLE DE MARIA, nuestra MADRE.
No podemos cambiar lo que pasó ayer, pero si cambiamos el HOY es indubitable
que ya estamos cambiado la HISTORIA de MAÑANA.
Purificación garcía
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