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viernes, 25 de marzo de 2016

LOS TRES TRAIDORES DEL CRISTO: JUDAS, PILATO Y CAIFAS ESTÁN DENTRO DE NOSOTROS







Oh,  Jesús mi Señor. Cómo agradezco esta experiencia que me regalaste ayer Jueves Santo.
Son tantas las veces que mi corazón y mi mente se han encogido al recordar los insultos que recibías aquel día de tu detención, insultos que salían de la boca, la misma boca que el domingo anterior cantaba Hosannas al Señor nuestro Dios.
Y nos desplazamos para acompañarte en tu última cena. Era mucho el contenido de esta celebración: institución de la Eucaristía, institución del Orden Sacerdotal, el lavatorio de los pies.
Quisimos acompañarte desde ese lugar al cual Tú quisiste llevarnos hace ya bastantes años.
Cuando nos dirigimos al templo, una procesión pasaba por ese lugar. No queríamos llegar tarde. Tú nos esperabas allí. Intentamos pasar por entre la gente: por favor tengo que pasar, gracias.
 Pero la gente que cuando son muchos y se unen para ejercer todo lo contrario a la MISERICORDIA  que la iglesia celebra este año de modo especial, dejan de ser gente y se transforman en masa. Esa masa quiso impedirnos el paso.
Sus bocas cual puertas de sepulcros proferían gritos e insultos y nosotros continuamos para llegar a nuestro destino, al ver la gente que no nos deteníamos sus insultos se colmaron aún más de odio.
Quería agradecerte esta experiencia Señor, porque hoy cuando vaya a acompañarte al templo en tu dilatado momento de pasión, cuando escuche por boca de los lectores, esos gritos que sobre ti lanzaban como saetas envenenadas, esos golpes, esos salivazos, podré comprenderlo mejor.  Ojalá mi corazón hubiera sido un océano de paz y amor como lo fue el tuyo. El mío tenía menos amor y mirando a la masa no salía de mí eso que Tú dijiste: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen. De mí interior salía aquello otro tan distinto: ¿qué os pasa, acaso os habéis vuelto locos? ¡ yo sólo pretendo ir al templo para formar parte de ese Memorial de la Pasión, Muerte y Resurrección de ese Jesús cuya imagen vosotros procesionáis. Quedaros vosotros con las imágenes que si éstas os sirven para acercaros al VERDADERO JESÚS,  habrá sido bueno muy bueno y si os sirven para lo contrario pues entonces, que Dios os perdone.
Ahora, SEÑOR, me muestras el camino para hallar dentro de mí a ese JUDAS ISCARIOTE, que simboliza el DESEO, sí el deseo de ser, no como Jesús sino de ser Jesús mismo.  Este deseo transformado en envidia llevó a Judas a la TRAICIÓN  de aquel  al que llamaba MAESTRO.
SÍ, todos llevamos un judas Iscariote dentro de nosotros mismos, pero no sólo a él. También llevamos a Poncio Pilato, ese personaje que representa a la MENTE. La mente no cesa de darnos motivos, excusas, razones para no hacer lo que debemos y queremos hacer, y hacer lo que no debemos ni queremos hacer como más tarde nos diría San Pablo.
Por eso cuando nuestro corazón se dispone para amar, para trabajar por mejorar y limpiar nuestra casa interior, siempre de la mente surge esa “razón” para posponer este trabajo o para, definitivamente dejar de hacerlo. LA MENTE TAMBIEN TRAICIONA  pero ésta lo argumenta con razones que para cualquier intelecto poco regado por la sabiduría de DIOS puede llegar a ser no sólo lógico sino también auténtico.
Hay otro personaje importante en este día de Pasión: el sumo sacerdote CAIFAS. Que representa la MALA VOLUNTAD. Todos sus actos contra  JESÚS fueron injustos. Con su poder de sumo sacerdote quebró la actitud y la buena voluntad de aquellos otros que querían salvar a Jesús. Movió el corazón del pueblo contra JESÚS, porque el pueblo tenía más poder que él y que el sanedrín entero.
Y hasta ahora cuando leo, medito, rememoro esto que pasó hace dos milenios, pienso:¡si yo hubiera estado allí  me hubiera puesto a favor de Jesús!.
Esto me ocurre y supongo que a muchos otros también les ocurre. Pero y si tanto a JUDAS como a PILATO y CAIFAS en lugar de ponerle otro rostro, le pusiéramos nuestra propia imagen. ¿Qué haríamos? ¿ Cambiaríamos la historia o, por el contrario, la dejaríamos inmutable?.
Y yo pienso que no hay que desplazarse dos mil años y cambiar la historia. Hemos de cambiar la historia aquí y ahora, desenmascarando a esos tres que están dentro de nosotros: JUDAS, PILATO, CAIFÁS. Desenmascarándolos y reduciéndolos a cenizas cambiaremos hoy este lugar temporal en el que desenvolvemos nuestra vida. Son tan fuertes estos tres que no podremos hacerlo solos. Eso es lo primero que hemos de aceptar. Necesitamos acudir al SEÑOR NUESTRO DIOS, a LA FUERZA DIVINA DEL ESPÍRITU SANTO, AL AMOR DEL PADRE QUE TODO LO MUEVE Y QUE HABITA EN LO ESCONDIDO DE NUESTRO SER y  A LA TERNURA INFABLE DE MARIA, nuestra MADRE. No podemos cambiar lo que pasó ayer, pero si cambiamos el HOY es indubitable que ya estamos cambiado la HISTORIA de MAÑANA.
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 Purificación garcía

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