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lunes, 14 de octubre de 2019

LA MÚSICA Y LA LETRA


La música maravillosa de enormes compositores, así Beethoven, te eleva y, vibrando tú con ella, notas el ronco y profundo remover de tu interior y, con su palpitar, vas ascendiendo por los peldaños invisibles, los pentagramas espirituales. Aquí, la música es armonía, belleza, letra y trascendente ritmo. Ocurre a veces que la altísima vibración de nuestra alma es provocada por los peldaños trascendentes de los escritos de muchos GRANDES,así San Juan de la Cruz, San Francisco de Asís..., que amaron más y mejor a DIOS, y reconocieron de forma sin igual, al DIOS CON NOSOTROS. La belleza de estos escritos es de tal elevación que muchos han querido acompañarla con música para que, así, el alma se deleite más y mejor y pueda antes llegar al JARDÍN DE DIOS. Pero para estos escritos NO VALE CUALQUIER MÚSICA, sólo la más alta y recordando el EVANGELIO ( ¿ siete veces?) multiplicaremos por sí mismo su valor. Siete notas musicales multiplicadas por sí mismas, es decir, por siete, da un total de cuarenta y nueve. Pues pensemos que hay una música que tiene cuarenta y nueve notas. Esa es la música de lo sublime. Cuando la letra te alza el alma, nunca puede ni debe la música que quiera acompañar este paso, comerse la letra. Aquí la LETRA es la que manda y la MÚSICA ha de ser sublime como el canto primigenio de la OBRA DE DIOS que se ha convertido en nuestro tiempo en grito de dolor de la NATURALEZA. Obra sólo posible por la MANO DE DIOS. Purificación García.

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